Somos tan frágiles. Es tan sencillo rompernos que nos envolvemos con una coraza antibalas. Eso son nuestros recuerdos, trocitos de un caparazón. Y nuestros miedos, ellos son las balas. Miedo a que te hagan daño, miedo a no dar la talla, miedo a estar solo o miedo simplemente a abrirnos frente a los demás. Nuestros recuerdos nos hacen. Tú eres tú y tus miedos. Tengo miedo. No miedo, estoy acojonada. Mi coraza tiene un pequeño agujero. Un día alguien disparó con tantas ganas que no he vuelto a poder remendar el boquete. Por ahí se cuelan mis debilidades. Por ahí te cuelas tú. Porque ese agujero está hecho a medida. Porque disparaste tú aquel día. Y porque desde entonces sabes por qué lugar colarte. A veces tapono la salida con papel. Tú lo eliminas de un soplido y entras, entras para crear en mí mas recuerdos y miedos.
Probablemente seas el culpable de que la mayoría de ellos me impidan avanzar. Si alguien sabe de un material que tapone la entrada, que cure ciertas heridas y transforme los miedos en recuerdos, por favor, que lo diga.
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